¿Alguna vez has visto fotos del lugar donde Virginia Woolf escribió muchas de sus obras maestras?
Es un estudio en Yorkshire, una pequeña habitación con un escritorio, una silla, una lámpara de aceite, una botella de agua, periódicos y notas.
No es muy diferente de los lugares donde escribimos hoy en día. Mucha gente no tiene un espacio tan especial. Aun así, tenemos algo para escribir, algo para beber, un sitio donde sentarnos y algo para iluminar el lugar (aunque ya no hay aceite).
Pero hay una gran diferencia: hoy en día escribimos en una computadora portátil con un teléfono inteligente cerca.
Esto significa que mientras escribimos en el mundo físico, sentados frente a un teclado, también estamos en un mundo diferente, donde la gente habla, comparte y comenta; incluso si no están físicamente con nosotros, crean efectos tangibles en nuestra conciencia.
La diferencia, en pocas palabras, es que vivimos una vida digital.

Sobrecarga crónica de información
Además de las cosas que encontramos en nuestro mundo físico, también estamos constantemente bombardeados por una increíble cantidad de información del mundo digital, como correos electrónicos, memes, mensajes de texto, actualizaciones de estado, fotos, videos, noticias, lo que sea.
Hace veinte años, los científicos de la información estimaron que un estadounidense estaba expuesto a información equivalente a 178 periódicos al día. ¡Es una cantidad enorme, ¿verdad?!
Hoy en día, esa exposición se ha duplicado.
Y aunque a primera vista parezca mejor tener más, especialmente cuando se trata de la disponibilidad de información, en realidad significa una erosión significativa de nuestras capacidades cognitivas.
Para comprender toda esta información, nuestro cerebro necesita filtrarla, separando lo útil de lo inútil. Esto implica tomar muchas decisiones minuciosas, lo que a su vez implica un enorme coste cognitivo .
Para escribir, debemos lograr varias cosas, como permanecer quietos durante cierto tiempo, no distraernos y generar nuevas ideas. Esto ya supone un esfuerzo considerable, además de la enorme cantidad de información que procesa nuestro cerebro.
Para comprender toda esta información, nuestro cerebro necesita filtrarla, separando lo útil de lo inútil. Esto implica tomar muchas decisiones minuciosas, lo que a su vez implica un enorme coste cognitivo .
Pero no es sólo una cuestión de cantidad.
Imagina vivir en una biblioteca gigante llena de libros (uno de mis mayores sueños). No suena mal. Pero ahora imagina que esos libros cobran vida y empiezan a atacarte. Tienes que protegerte sabiendo que, entre los libros que intentas evitar, también hay libros que necesitas para vivir y prosperar.
Esa es la lucha que enfrenta tu cerebro en el mundo moderno.
En otras palabras: la mayor parte de la información que recibimos hoy en día es innecesaria, pero debemos analizarla para encontrar la información que necesitamos para vivir. Además, esta información innecesaria está diseñada específicamente para llegar a nuestro cerebro a través de la vía de emergencia dedicada a la información vital. (“¡10 razones por las que necesitas cambiar tu suavizante ya!”)
Al final, el problema es el siguiente: estar expuestos a una cantidad masiva de información nos pone en una sobrecarga de información constante.
Eso es algo con lo que Virginia Woolf definitivamente no tuvo que lidiar a principios del siglo XX.
El precio mental de las redes sociales
Por supuesto, una de las fuentes de información más importantes hoy en día son las redes sociales.
Las distracciones de las redes sociales son las más engañosas. Primero, captan nuestra atención, distrayéndonos de la tarea en cuestión.
Después de eso, muchos se convierten en pensamientos arraigados internamente que repetimos en nuestra mente, afectando niveles más profundos de nuestro ser, como la autoestima, y afectando fuertemente el estado de ánimo y las emociones.
Añadiendo otra capa, las redes sociales son constantes, lo que genera un miedo a perderse algo potencialmente relevante o importante.
Más no es más
Como predijo el economista ganador del Nobel Herbert Simon en 1977, "una riqueza de información crea una pobreza de atención".
La fatiga cognitiva derivada del filtrado, la toma de decisiones y la gestión del autocontrol se traduce en cansancio corporal, fatiga y ansiedad.
Por eso no debemos pasar por alto el papel que juega la sobrecarga de información en nuestra capacidad de concentrarnos, ser productivos y, especialmente, ser creativos.
La fatiga cognitiva derivada del filtrado, la toma de decisiones y la gestión del autocontrol se traduce en cansancio corporal, fatiga y ansiedad.
La peor pesadilla de todo escritor, incluida Virginia Wolf, solía ser la mente vacía del bloqueo del escritor.
Pero en la era digital en la que nos encontramos, nuestras mentes están tan llenas de información que una mente vacía es casi deseable.